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—Sus conceptos son muy bellos —dijo ella—, pero chocan y contradicen cuanto he
aprendido durante toda mi vida.
—Puede ser —respondió él—, mas nunca es tarde para desplazar estilos ineficientes y
dañinos de pensar.
El reto requiere aprovechar todas las oportunidades que se le
presenten. Esta es una oportunidad excelente para luchar por el amor y aprender a
perdonar. ¡Inténtelo!
— ¡Es mucho más complejo de lo que usted cree! ¡No se trata sólo del amor, sino de
todo un sistema de vida! Me aterra regresar a él.
Lo cierto es que me desagrada el
papel de la mujer.
— ¿A qué se refiere?
—Me asusta vislumbrar el futuro como una divorciada, pero volver al pasado de un
ama de casa me enferma. Caer en lo mismo, como si todo esto no hubiera servido de
nada, es una idea contra la que, discúlpeme usted, me rebelo abiertamente. A mí me
toca hacer un trabajo arduo que no termina nunca. Ahora quisiera ser más libre y
realizarme. La mujer es tan capaz como el hombre. Usted mismo ha preferido como
gerente general de su empresa a una mujer. Quisiera recuperar a mi familia pero no
bajo el mismo esquema. Las labores en la casa son agobiantes: apenas se termina de
arreglar y ya hay que volver a empezar. Eso le quita el entusiasmo a cualquiera.
Me quedé helado al escuchar unas razones que desconocía. Jamás pensé que mi
esposa estuviese luchando no sólo contra mi mal temperamento sino también contra
su poco gratificante modus vivendi.
—Jeanette es un caso especial —contestó Vallés en voz baja, como dándose tiempo
para discernir su respuesta—. Ella puede desempeñar el papel de ejecutiva por
tiempo completo, y a veces más, porque su marido está imposibilitado para tener
hijos; además es pintor y su trabajo requiere de total silencio y soledad. Eso la obliga
a ella a organizarse de forma especial. Y vaya que lo hace bien... Con todo, es celosa
de su casa y no ha evadido su responsabilidad natural de ser el eje de su pequeño
hogar.
—De acuerdo. Yo no quisiera tampoco esclavizarme a una empresa, sólo superarme y
ser más feliz.
— ¡Pues hágalo!, pero sin olvidar sus prioridades —el anciano subió el volumen de su voz con determinación—. La familia debe ser número uno y eso no se puede discutir.
Si su vida no tiene sentido es por culpa de usted, no de las labores domésticas. ¡Es correcto que busque progreso personal no sólo por su bien, sino por el bien de su
mismo matrimonio! La realización individual es indispensable para que exista
convergencia de pareja. Una de las principales causas de ruptura conyugal es esa: el
varón sigue creciendo y la mujer se estanca hasta que llega el momento en que no
tienen nada en común, nada que compartir, nada que preguntarse. La esposa puede
ser capaz de lograr mayor plenitud si, primeramente, tiene una actitud positiva y
emprendedora. Sentirse agobiada es sinónimo de inutilidad. Ser inútil no es hacer
pocas cosas, sino hacer muchas con apatía y desgano.
»Fructificar está al alcance de cualquier ama de casa, buscando trabajo de jornada
reducida, yendo a estudiar una carrera o especialidad en horario cómodo, practicando
algún deporte, tomando clases especiales de aquello que le gusta y nunca tuvo tiempo
de aprender, leyendo o dedicándose a cultivar alguna actividad artística o técnica de
forma independiente.
—En ese orden de ideas podría decirse que la misión de la mujer en esta Tierra es
secundaria, ¿no le parece?
— ¿Secundaria? ¡Sólo si es muy tonta! Y puede ser; hay de todo en la viña del Señor.
Con frecuencia se ve a mujeres histéricas encerradas en su casa con hijos histéricos
que luchan por escapar de su madre. El reto de la mujer implica sobre todo formar
nuevos seres humanos. Fíjese bien en esto: la herencia del hombre hacia sus hijos es
primordialmente material; todo lo material se acaba, es efímero. La herencia de la
mujer, en cambio, es espiritual, de conocimientos, de educación. Los hijos se quedarán
con esta herencia toda la vida e incluso me atrevería a decir que se la llevarán consigo
cuando se mueran. ¿Le parece una misión secundaria?
Shaden tardó en contestar. Su voz sonó ligeramente afligida.
—De acuerdo, me ha convencido... Pero educando a los niños y de paso realizándose
un poquito, ¿quién cuidaría de la casa?
—Si se organiza puede arreglarla de manera eficaz y prontamente, o buscar una
ayudante. Casi cualquier marido deseará brindarle a su esposa esa asistencia con tal
de no verla a diario de mal humor. Ahora, supongamos que su marido es de los que no
quieren cooperar; usted entonces deberá lograr que la actividad creativa que eligió le
permita también obtener algunos ingresos para pagar, al menos, el sueldo de su ayudante doméstica; si no le queda más ganancia que esa, véalo así: usted
simplemente cambió el trabajo que no le gustaba por otro que le agrada más. La
mujer casada no debe sentirse esclava. Puede incluso ayudar mucho en la economía
del hogar, pero por ningún motivo debe olvidar que el esposo sigue siendo el director
general de la casa. La sociedad entera depende de que las mujeres entiendan esto: si se
alteran confundidas y salen a las calles huyendo del hogar, las familias mermarán y
una sociedad en la que no exista unión familiar !!!!!!!!!es un caldo de cultivo para las peores alimañas humanas que se haya podido imaginar.
— ¿Cómo está eso de que mi esposo es el director general de la casa?
—objetó Shaden
inmediatamente—. ¡No estoy de acuerdo, señor Vallés! Yo creo que tenemos el mismo
grado. Nadie es jefe de nadie. El hogar debe ser una sociedad armónica de
cooperación mutua.
—Claro, pero cada uno tiene su misión. El hombre no es más que la mujer, pero
recuerde una regla básica de la administración: Quien tiene mayor responsabilidad,
tiene mayor autoridad. En las familias en las que el hombre es un irresponsable, la
mujer tendrá más autoridad, pero si él está realizando con valor y entrega su papel, es
obligado darle su lugar. En una familia normal el hombre es responsable de todo
cuanto pase en el seno de su hogar. Si existen dentro de una casa delitos graves o
alteraciones que afecten a la sociedad, el padre puede ir a la cárcel, aunque no haya
sido él el ejecutor directo de los ilícitos. Esto es porque se reconoce al varón como jefe
de la familia con autoridad y responsabilidad suprema.' ¡Por favor, señora, no haga
pleitos por el poder ni dé órdenes cruzadas y contradictorias a los hijos! Para que un
hogar funcione como es debido, empecemos por aceptar el orden natural del
diseñador.
— ¿El diseñador?
—Sí. Dios diseñó la familia conforme a una estructura. Le dijo a sus hijos que
aceptaran responsablemente el precepto: La cabeza de todo varón es Dios y la cabeza de la mujer, el varón.19 Las casadas estén sujetas a sus maridos porque el marido es cabeza del hogar.2
¡Pero eso ya no se da! —Protestó mi esposa con cierta ironía—. ¡La mayoría de los
hombres son alérgicos a todo aquello que huela a Dios y no obedecen Sus preceptos!
—Quizá por culpa de las mujeres mismas. La Biblia dice muy claro: "Las esposas
acepten la autoridad de sus esposos para que los que no crean en el mensaje de amor se convenzan, no tanto por las palabrea (gritos y ultimátums) sino por la conducta pura y respetuosa de sus esposas. Mujeres, que el adorno de ustedes no consista en cosas externas como peinados, salones de belleza, joyas de oro, vestidos lujosos, sino en lo
íntimo de su corazón, en la belleza incorruptible de su espíritu suave y tranquilo.” 21
Ya no escuché a Shaden responder airada. En el cuarto se hizo el silencio. Estuve
tentado a entrar o desaparecer antes de que alguno de los dos, aprovechando la pausa,
saliera y me descubriera fisgoneando. Pero a los pocos segundos escuché al señor
Vallés continuar en un tono duro pero dulce a la vez.
—Shaden. Ya basta de altivez, basta de vanidad, basta de jactancia. Usted no es la
autoridad máxima de su casa, pero SÍ es la base en el bastidor en el cual se fijan los lienzos para que sus seres queridos puedan pintar obras maestras. No se degrade con el libertinaje sexual. Su naturaleza vital la hace un ser diferente a su esposo, un ser esencialmente superior al que se le ha asignado una tarea superior, no de mando ni de ataque, ni de líder guerrero, sino de amor. Los hombres no estamos capacitados para sentir como las mujeres, eso es cierto; no tenemos la fortaleza física ni mental para dar a luz, criar y educar a un hijo.22 Se sabe que algunos animales hembras son capaces de dejarse comer por sus crías para que éstas no mueran de hambre, algo que un macho no haría ni de broma. En este mismo momento, si los médicos le dijeran que alguien debe dar su vida a cambio de que Daniel sane completamente, tal vez su esposo lo dudaría, pero usted no. La mujer está hecha de otro material, con otras cualidades que la hacen ser el centro vital de la humanidad, aunque casi nunca se le dé el crédito que merece. Mas no se moleste ni se ponga en pie de guerra por ello. ¿Ha caminado por un bosque en medio de enormes árboles? Seguramente cuando lo hizo no se le ocurrió exclamar: "¡Qué hermosas y fuertes son las raíces de estos árboles!", ¿o sí? De la misma forma cuando visita el centro de alguna metrópolis y observa los rascacielos, ni a usted ni a sus acompañantes se les antoja decir: "¡Qué fabulosos cimientos se han construido aquí!" Todos elogian el árbol, la flor, el edificio, no lo que lo sostiene y le da fuerza.23 ¿Es injusto? Tal vez, pero es así. La esposa constituye, ni más ni menos, los cimientos de su marido e hijos, usted es la energía que mantiene en pie a su hogar, es la savia que nutre a cada uno de sus miembros; si renuncia, el obelisco se viene abajo. Ellos la necesitan enormemente, aunque no se lo digan. La mujer es el tesoro más grande de la tierra, vale mucho, pero no quejándose de su mala suerte, no llorando por la ingratitud de los hombres, no encerrada gimoteando y profiriendo maldiciones. Su naturaleza es poderosa, en realidad es el sexo fuerte, es el factor de cambio positivo, es la reserva de amor, la fuente motriz. Si la mujer se derrumba se acaba la moral, la paz, los valores. Es cierto que con su enorme capacidad ustedes podrían desempeñar cualquier trabajo, igual o incluso mejor que los varones; algunas que no tienen el apoyo de un marido lo hacen y muy bien, pero muchas que sí lo tienen pretenden subvertir los papeles sin razones ni necesidad. En realidad los hombres podemos hacer muchas cosas, ir de un lado a otro, trabajar, sudar, emprender negocios, pero siempre y cuando, en lo más hondo de nuestro ser, sepamos que alguien nos está esperando en casa... Shaden: levántese, reorganice su vida. Poner a su esposo en el filo de una navaja para hacerlo reflexionar y valorarla fue una idea muy inteligente, la felicito por ello. Pero ya logró su cometido. No siga con esto porque la estrategia puede volverse contra usted. Dios está tomando de la mano a las mujeres que saben darse a respetar, pero que no abandonan el campo de batalla, que se valoran a sí mismas pero perdonan aunque no haya razones para perdonar, que se saben poderosas, pero con todo y eso se mantienen fieles a sus parejas. Dios tiene un lugar privilegiado para las mujeres que no desisten, que han sabido cumplir la misión de ser el sustento de esa casa. Animo, señora Arias, inconfórmese, luche por un futuro mejor. Hasta ahora lo ha hecho bien, pero no se confunda ni se desplome. Su misión va mucho más allá de lo que se ha podido imaginar jamás...
Cuando más absorto me hallaba en mis cavilaciones aparecieron al fondo del pasillo
los padres de Shaden caminando hacia mí. ¡Los padres de Shaden! ¡Dios mío! No supe
qué hacer. Contemplé extasiado la pintura ficticia, pero ésta se desvaneció. Quise
entrar a la habitación, pero hubiera sido delatarme abiertamente. Intenté caminar
hacia ellos, pero se hubiese visto falso. Ante tan embarazosa situación me limité a
sonreír como un idiota. La pareja se aproximó observándome con suspicacia. Detrás
de mis suegros venía el joven delgado a quien le fracturé el tabique nasal... Mi rostro
debió azorarse más al descubrirlo, no tanto por haberlo agredido físicamente, ni por
haberme sospechado cornudo gracias a él, sino por verlo, por primera vez, vestido con
su sotana negra...
Me dirigí a mis suegros.
—Lo que les comenté ayer —logré articular al fin— no fue fingido.
—Lo sabemos —dijo el señor—. Mi esposa y yo lo discutimos y llegamos a la
conclusión de que no tenemos derecho a participar en este problema...
Los miré fijamente. ¿Qué intentaban decirme?
—Yo siempre quise tener un hijo —continuó—. Cuando Shaden nació recuerdo que
me sentía un poco triste porque había sido niña. El médico me reprendió con una
frase que no se me ha olvidado desde entonces: AL EDUCAR A UN HIJO SE FORMA
UN HOMBRE, PERO AL EDUCAR A UNA HIJA SE FORMA UNA FAMILIA. Más que
nunca se aplica eso ahora. Amamos profundamente a Shaden. Nos ha costado mucho trabajo entender que debemos hacernos a un lado y dejarla vivir su propia vida, aunque sufra. No tenemos nada contra usted.
19 Sagrada Biblia. Efesios 5, 23.
20 Sagrada Biblia, 1 de Corintios 11,3
21 Sagrada Biblia. 1 de Pedro 3.14
22
La ultima oportunidad
Fragmento del capitulo La jerarquía del hogar
Carlos Cuauhtémoc Sánchez.
Ediciones Selectas Diamante
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